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El Misterio de la Muerte


El tema de la muerte es uno que genera tantos sentimientos, tantos pensamientos en fin toda una gama de reacciones.

En realidad, es un misterio y podemos ver como en distintas culturas se trata diferente, pero nos enfocaremos en aspectos de lo que vemos en nuestra sociedad y aspectos que como creyentes es importante que tengamos claros.

¿Cómo reacciona en general una persona al tocar el tema de la muerte? ¿En qué momento se aborda el tema?

Desde el punto de vista humano, meramente sentimental ante el acontecimiento de la muerte hay diversas reacciones. Se entra en una negación, luego se pasa por una etapa de tristeza y hasta depresión y finalmente por medio de la resignación se habitúa a seguir con la vida sin la persona que ha partido.

Y se podría decir que es una reacción lógica, y hasta comprensible la reacción de alguien que se ha visto afectada por la partida de alguien. Desde la perspectiva de los conocidos del fallecido, la reacción depende de las circunstancias en como falleció la persona y se dice “pobre, pero bueno ya descansó”, y el tema de la muerte se queda ahí sin ahondar más en el de repente pensando, “eso no me va a pasar a mí”.

En realidad, a todos como humanos nos afecta la muerte en nuestra condición de seres humanos y podemos decir que en muchos casos genera una indiferencia paralizadora. Se ha banalizado el tema de tal forma que se evade y se le dan mayores atenciones a otros momentos en la vida humana porque es más fácil evadir el tema ocultándolo en otras actividades.  Podemos decir que vamos generando una sociedad que no sabe enfrentarse a la muerte, una sociedad que no enfrenta la adversidad, que solo busca las alegrías y ante la desgracia espera a que otros, como los medios de comunicación le digan que hacer.

Jesús vino a darnos el Espíritu, la respuesta de enfrentar nuestra existencia. Hoy en día también la gente espera que sea otro quien le diga el camino para descubrir a Jesucristo. Estamos en una jerarquía no solo de poder sino de vida: “hay otros más cercanos a Dios, otros más llenos de Espíritu que yo”.

Las personas no creen que hay milagros de pensamiento, de transformación interna, las personas piensan que los milagros se limitan a resucitar muertos o sanar enfermos, cuando en realidad es mayor la conversión de alguien. Entonces si oramos para pedir el milagro de la sanación y no se sana, no se logra “solucionar” la calamidad, entonces el problema se evade. 

Esta actitud y ese miedo lo que genera es que la muerte se vea como algo catastrófico, no se vive la fe, ni se cree en la resurrección de Cristo. La sociedad no acepta el que hay vida después de esta vida y se vive para el sepulcro.

El Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes en el numeral 18, nos dice:

 “El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en si lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte.”

Esta cita a lo que nos lleva a entender es que como creyentes nos revelamos a decir que alguien muere, porque somos hechos a imagen y semejanza de Dios y por esta condición accedemos a la Vida Eterna. Sentimos el dolor y sufrimos por la separación física y es cuando no debemos olvidar que la muerte del ser humano no es algo que Dios quiere.  La muerte no tiene la última palabra, la muerte no debe ocurrir no es la voluntad de Dios.

En diversos pasajes de la Escritura constatamos que no fuimos creados para morir y que por medio de Jesús accedemos a la inmortalidad. La raíz del pecado está en el temor a la muerte y a pesar de que Cristo nos libera del pecado, el temor hace que sigamos viviendo temerosos en él.

El Evangelio de Jesús a través del Misterio de la Resurrección, no permite que dudemos en que hay una luz que nos ilumina. Cristo resucitó para que fuéramos hijos en el Hijo y digamos: Abba, Padre.

Cristo resucita para que no estemos en la oscuridad del dolor y de la muerte. Sin Él no hay nada que ilumine la muerte, sino hubiese regresado de ella, nadie puede llevarnos a un lugar en el que no ha estado, esa realidad solo el cristianismo la tiene.

El rumbo para la vida es saber que después de la muerte hay vida y vida eterna.

No debemos pensar que vivimos para morir porque esa manera de vivir es tan fatalista que ya hace que se esté muerto.

Para el cristiano la muerte es una pascua y por eso la escatología deja de ser una reflexión acerca de la muerte y se convierte en una teología de la esperanza. San Pablo nos dice: “la esperanza a que hemos sido llamados”.

No es natural que muramos, lo natural es que estemos vivos, la muerte se nos impone, solo puede ser iluminada desde la realidad cristiana.


Comentarios

  1. Excelente Luis Carlos. Lo natural en nosotros es la vida, es lo que Dios en su amor nos dió, pero nos confudimos seguimos otros idolos, mesias circunstanciales y nos perdemos , y nos cuesta encontrar el camino. Jesus lo expresó claramente , nos trajo vida en abundancia , en valentia , en fe , tenemos esa posibilidad y seguimos viviendo en temor. Estos momentos de incertidumbre en que vivimos , tenemos qiue trasmitir esperanza, confianza en el amor de quien nos redimió

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  2. Buenas Luis, analizando la muerte la podemos comprenderla de dos puntos de vista los creyentes en Dios y los no creyentes
    Para los creyentes la muerte comienza cuando le habro las puertas de mi vida al pecado y comienzo a caminar en mis acciones cotidianas, no acordes a la voluntad de nuestro Creador es el dador de la vida. Entonces si yo me apartó de la fuente de la vida, lo único que puedo esperar es la muerte, mi cuerpo puede tener vida pero mi espíritu enfermo, sin esperanza de vida y con un destino de muerte. Para los creyentes tratamos de depositar todo nuestro accionar en la fuente de vida para nunca morir.
    Para los no creyentes con la muerte corporia se acaba todo, por eso las acciones son para satisfacer mis placeres, sin importar que este accionar mate la esperanza de mí o de otras personas.

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  3. Hola Luis, así es el tema de la muerte se evade por lo general como tema de reflexión o comentario. Por ejemplo, me pregunto qué pasaría si en una fiesta uno quisiera hablar sobre el tema. Supongo que quienes lo escuchen a uno pensarán que se va a suicidar o que se está enviando un mensaje de ayuda.
    Porque como bien lo decía Ratzinger “es un tema tabú”. No es la muerte como lo mencionas algo catastrófico, ni tampoco querido por Dios.
    Escuchamos frases como, “lo único que tenemos seguro es la muerte”, pero no se acostumbra decir que lo seguro para nosotros es la resurrección. La muerte es también a veces un negativismo constante: “de algo hay que morirse”, pero no se acostumbra decir por algo, o por alguien hay que vivir.
    Entonces, ¿cómo podría ser para el cristiano la muerte un encuentro positivo? El Papa Francisco nos da una hermosa pista al respecto: “un encuentro que viene a encontrarnos, porque el Señor viene a tomarnos de la mano”.
    "Señor, prepara mi corazón para morir bien, morir en paz, morir con esperanza".
    Recuperado de: https://www.vaticannews.va/es/papa-francisco/misa-santa-marta/2019-11/papa-santa-marta-homilia-viernes-29-noviembre-2019.html

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  4. Hola Luis Carlos.

    "No existen dos teologías, una sobre la vida y el más acá, otra sobre la muerte y el más allá. Vida y muerte se entrelazan y hermanan entre sí; por eso han de ser pensadas conjuntamente"(Noemi, 2007)

    Efectivamente, partir de entender la vida desde la reflexión de la muerte es un imperativo para el cristiano, porque le da el sentido que esta debería de tener en cuanto a la importancia de un paso en el marco de la eternidad. No tiene sentido que hablemos de muerte cuando lo propio de la vida es lo contrario por lo tanto la vida no puede concebir en su naturaleza al acabado. Hay una inmoralidad que es propia del ser humano y no de las cosas, esta capacidad de autopercibirse como un ser inmortal, puede que mal entendida, nos lleve entonces a pensar que no debemos dar ese paso porque es como contradictorio hablar de muerte cuando estamos llamados a la vida. Podría pasar. Sin embargo esa conciencia de inmortalidad bien entendida da paso a la concepción de una realidad de eternidad que vivimos hoy y permanecerá. Fue el mismo Jesús quien nos mostró el camino y la vida que nos espera. Nos encontramos en proceso.

    "En Jesucristo, el crucificado y resucitado, ha aparecido una nueva huma­nidad, y recién esta segunda humanidad, la de Jesucristo crucificado y resucitado, es la verdadera y real, lo que quiere decir que el hombre es el ser aún por venir. Es un ser que todavía no está concluido y que en Jesucristo ha comenzado a ingresar en su verdadero futuro, un ser que no viene del prodigio de su capacidad de hacer, sino que merced al don de un amor más grande, que solo puede ser obsequiado y que abre el verdadero futuro del todavía inconcluso “ser hombre”".(Gomez)

    Noemi, J. (2007). Vida y muerte: una reflexión teológico-fundamental.
    Teología y Vida, 41-55.
    Recuperado de:
    https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492007000100004


    Gomez, E. (s.f.). Qué es el hombre? Revista Humanitas

    Recuperado de:
    http://www.humanitas.cl/benedicto-xvi/ique-es-el-hombre-joseph-ratzinger

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  5. Me llamó mucho la atención este fragmento, porque lo he escuchado muchas veces: "Hoy en día también la gente espera que sea otro quien le diga el camino para descubrir a Jesucristo. Estamos en una jerarquía no solo de poder sino de vida: “hay otros más cercanos a Dios, otros más llenos de Espíritu que yo”.
    Como si cada uno de nosotros pudiese valorar mediante alguna medida equitativa y visible quien está más "cerca" o más "lleno" de Cristo.
    El camino está dado a todos por igual, así nos lo ha dado Cristo. El cristal con que cada uno de nosotros pueda valorar la vida de los demás es muy subjetivo y probablemente sesgado a la moral de cada quien. Y es por esto que le juicio será un encuentro íntimo y personal con Cristo.

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