¿Cuál es la relación del ser humano con Dios y con el mundo desde la Escritura del Antiguo Testamento?
La escritura tiene como centro primordial la relación
de Dios con el hombre; lo más importante es que referirse a la escritura y en
este caso hablar del Antiguo Testamento, es que esta busca explicar la relación
del ser humano con Dios y la que el ser humano tiene desde Dios con el mundo.
En la escritura no encontraremos categorías
filosóficas para definir quién es el ser humano, sino convicciones de fe a raíz
de esa relación con Dios. De la escritura podemos definir que la vida y la
muerte en esta no se cataloga como un asunto biológico sino como un asunto
relacional. Esto se desprende de que encontramos afirmaciones que nos dicen que
el ser humano vive cuando está en relación con Dios y el ser humano muere
cuando no está en relación con Dios. Con base en esto sabemos que el pecado es
una anticipación a la muerte biológica porque quien vive en pecado ya está, de
alguna manera, muerto porque ha provocado una ruptura en la relación con Dios.
Al abordar el tema de la muerte desde la
perspectiva bíblico teológica, la muerte no se puede reducir a un asunto
biológico, el dolor se debería de asociar más al pecado que propiamente a la
ausencia o a la pérdida de un ser querido, de una persona.
En el Antiguo Testamento encontraremos particularidades
que se refieren a la concepción de Dios que hay en él. Para el mundo judío y esto es único del mundo
judío, Dios es un Dios Creador y es una de las afirmaciones primeras que
tenemos en el Credo. A esta dimensión el pensamiento griego nunca llegó. De la idea
de Dios creador sale, posteriormente el que Dios es Señor del tiempo y de la
historia. Si el mundo inicia en Dios, entonces todo lo que está en relación con
el mundo parte de él, por tanto, es Señor de todo lo creado y de ahí se deriva
que es Señor de la historia entonces surge la idea de que todo está en sus
manos.
Esto que, a muy amplios rasgos, podríamos decir
que es el punto de partida primordial para empezar a comprender el pensamiento
judío relativo al tema de la inmortalidad y más propiamente el tema de la
muerte y de la resurrección.
A partir de estas consideraciones es que
podemos abordar los siguientes temas importantes. Tomando como punto de partida
el Antiguo Testamento y considerando la importancia que se le da a la relación,
entonces vemos que la muerte es un asunto relacional.
¿Por qué entra la muerte en la historia? Porque
el ser humano rompe su dimensión relacional con Dios. Entonces vemos que la
muerte no entra como un problema biológico, sino que la muerte biológica es
consecuencia de la muerte anticipada, y esta muerte anticipada es la que se ha producido
como consecuencia del pecado, es decir que el ser humano en su condición de
ruptura de su relación con Dios es un ser muerto porque ha perdido la vida.
Entonces a la muerte que debemos temer es aquella que se nos provoca por la
ruptura con Dios y paradójicamente la muerte que nos provoca miedo es la que nos
procura la ruptura con la historia y con el mundo. Entonces en la escritura se
nos dice que por la muerte ha entrado el pecado en el mundo, no está pensando
de manera explícita en la muerte biológica, sino en la dimensión de muerte que
implica la ruptura de la relación con Dios. En este sentido muchos pueden estar
con vida biológica, pero muertos de acuerdo al principio de la Escritura.
Desde esta perspectiva las cosas cambian mucho
en relación a la vida y a la muerte, porque al hablar de que la muerte es algo
que de una forma u otra es un escándalo, o un sinsentido que el ser humano
experimenta, es porque no hay nada más ilógico que un ser humano sin relación
con Dios. Entonces lo más antinatural que existe es la muerte, porque lo más
antinatural es un ser humano sin relación con Dios. Partimos del hecho de que
el ser humano fue creado desde la relación con Dios y la ausencia de esa
relación es algo que no pertenece al proyecto original del ser humano.
Por tanto, desde esta perspectiva, el estar sin
Dios requiere más esfuerzo que el estar con Él porque lo que no es natural
requiere un esfuerzo excesivo de parte de una persona. Algunos filósofos de
manera muy acertada, nos han manifestado que una persona que pretende negar a
Dios va a requerir mucho más esfuerzo que aquella que incluso podría tener
dudas, pero lo acepta.
En este tema, en algún momento el Papa Juan Pablo
II y lo repitió Benedicto XVI dijeron que la fe no es una imposición, es decir
no es un contrasentido que se oponga al querer de la persona y por eso es
importante que se revise si la fe no la estamos desnaturalizando, llevándola a
una dimensión institucional y no a una dimensión relacional con Dios. Parece
que hay más preocupación en la parte normativa que en la parte relacional, lo
natural es lo relacional.
Ahora bien, si lo natural es la relación con
Dios, ¿Por qué actuamos de una manera antinatural? Por envidia del Diablo. La
escritura en Sab 2, 24 nos dice: “pero la muerte entró al mundo por la envidia
del Diablo y sus seguidores tienen que sufrirla.” No es que el ser humano no
tenga culpa del pecado, sino que esto que es antinatural que se introdujo en su
vida, no pudo haber nacido del ser humano mismo, y es algo que el ser humano asumió
de una fuente externa. Es entonces que
acá la figura del Diablo se torna esencial, porque por medio de él entró el
pecado. El humano al ser libre, puede ser seducido por otras voces. El hombre
no peca por ser humano, sino que peca porque ha aceptado dentro de su realidad
humana algo que no pertenece al proyecto original de su ser. Desde la
antropología teológica se afirma que, al sacar Dios a Adán y a Eva del paraíso,
lo hace para evitar que la condición del pecado se convirtiera en una realidad
eterna. El Diablo envidia entonces la condición del hombre como creatura
predilecta de Dios y que fue creado superior a los ángeles y que el ser humano
tiene la oportunidad de no ser pecador eternamente, tiene el chance de no ser
malos por siempre. El Diablo al revelarse a Dios y convertirse en demonio deber
ser Diablo por siempre, él no tiene posibilidad de conversión porque su pecado sucedió
en el ámbito de eternidad, no puede retornar a Dios. Y la envidia del Diablo es
que los seres humanos habiendo cometido un pecado igual al de él, tenemos la
posibilidad de retornar a Dios. Entonces el pecado es una anti naturalidad y
todo lo anti natural puede ser eliminado. En Sab 1, 13-14 nos subrayan que ni
la muerte moral ni la muerte física son elementos queridos por Dios, y esto
visto desde el punto de vista contrario, podemos decir que la muerte es un
aspecto que fue introducido en el mundo, fue por la acción del ser humano que,
instigado por el demonio, accede a que libremente el pecado entre en la
historia. Esto nos confirma y podemos concluir que el pecado no pudo nacer del
ser humano, pero este si lo pudo aceptar y de hecho lo aceptó porque es libre.
Bajo esta perspectiva es erróneo decir, como
algunos autores, que el ser humano es egoísta por naturaleza, un cristiano no
puede afirmar esto, sería aceptar el egoísmo como parte esencial de su ser y
por tanto no lo podría eliminar de su vida, sería como autodestruirse. Si es
algo que perteneciera a su naturaleza, entonces no tiene culpa y si no hay culpa
entonces no es pecado, lo cual no es cierto. Teológicamente decimos que por el
pecado el ser humano cae en la ruptura de relaciones y por ende cae en el
pecado, entonces el retorno directamente al proyecto de Dios, implica volver a
la condición natural que es la comunidad y no la individualidad.
Esta publicación va a quedar acá y daré
seguimiento una segunda parte de este tema.
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