Desde la perspectiva de la escritura el tema de la inmortalidad, significa la comunión eterna Dios y no la extensión indefinida de la vida.
La idea que sigue impulsando el Diablo, muchas
veces en la mente de las personas, es impulsar a que estas quieran la
inmortalidad, pero no la vida. Que las personas busquen el hecho de no morir,
pero no el hecho de vivir. La diferencia es que las personas se aparten de la
relación con Dios y esta es la vida y de acá vemos que la siempre la tarea del
Diablo es buscar que el ser humano muera. Entonces la acción diabólica siempre
presente es aprovecharse de ese anhelo de inmortalidad, es decir que se quiera
no morir, pero no se centre en el anhelo de vivir, donde la Vida es lo mismo
que la relación con Dios.
En esta perspectiva, al intentar comprender
esto de que la muerte no es algo querido por Dios y que la muerte es algo
originado por el pecado, por la envidia del Diablo, hace que, en el mundo
judío, a raíz de este concepto de Dios creador, de un Dios Señor de la
historia, haya una comprensión en la transformación en el ser humano y de la
antropología humana.
El mundo griego se basaba en una perspectiva
dualista, que resultaba bastante cómoda desde el punto de vista racional;
Cuerpo y Alma. En esta el Alma era la dimensión personal, el “Yo”. Entonces el
cuerpo se convertía en un receptáculo del alma, o como dijo Platón, una cárcel
para el alma. Pero en el fondo para los
griegos el principio personal era simplemente el alma. Esto abría la
posibilidad de que el cuerpo podía desaparecer, pero la persona seguía
existiendo mientras existiera su alma. Por ende, en esa cultura era muy común
referirse a la inmortalidad del alma y asumir prácticamente un desprecio a la
dimensión del cuerpo, este era algo que se requería en el tiempo y el espacio.
Platón, incluso habla incluso de la transmigración del alma y entendiendo esto
casi como una especie de reencarnación, o que el alma podía bien retornar y
asumir un nuevo cuerpo. El alma es la
persona en sí, el “Yo”, que puede compartir diferentes estados, diferentes
condiciones. Todo esto tiene una respuesta muy favorable porque resulta muy
cómodo a la razón.
Si se quiere afirmar la inmortalidad del
cuerpo, no se puede porque este en la tierra se pudre, se descompone, se
corrompe. Entonces al afirmar que hay una eternidad, no se puede hablar de una
eternidad del cuerpo, se habla por ende de una realidad espiritual, esto
resulta más cómodo.
La escritura no nos habla en categorías
filosóficas, ni dualistas, ni griegas. Esta parte directamente del dato
revelado y aunque esto resulte más complejo es importante considerarlo y no lo
que racionalmente resulte más cómodo, sino lo que de la escritura de una u otra
forma es posible descubrir.
Reconocemos que en el antiguo testamento cuando
se habla de una persona, se relaciona a la persona siempre con tres componentes
propios, por un lado, se habla del Basar, del Nefesh y del Ruah, es decir, el
ser humano es Basar, Nefesh y Ruah. El “yo”
de la persona no es Basar solo, no es Nefesh solo ni es Ruah solo, es todo
integrado. Cada uno de ellos hace énfasis
en cada una de esas cualidades humanas que particularizan de alguna forma.
Basar se refiere sobre todo a la dimensión de
carne, a la dimensión sensible como componente propio del ser humano. Hace relación
primordialmente a la dimensión del ser humano frágil, la fragilidad del ser
humano. No es la dimensión material, la dimensión corporal material del ser humano
es la que contiene el Basar, el Nefesh y el Ruah, sin esa condición no existirían
ninguno de los anteriores.
El Nefesh por su parte se asocia al principio vital
que en el Antiguo Testamento se relaciona con la sangre. Aunque en algunos
textos, Nefesh se traduce como alma, en la escritura tiene una condición material,
la sangre. Se valida con la referencia de Lev 17, 11. En este aspecto sabemos
que el Nefesh, es algo en la que solamente Dios puede intervenir, por ser el
principio vital, aquello que da la vida.
Luego tenemos la dimensión del Ruah que es el
soplo de Dios. De alguna forma u otra todas las criaturas tienen Basar y
Nefesh, pero el Ruah solamente el ser humano lo recibe de forma exclusiva al
ser ese soplo de vida que procede de Dios.
El Ruah es lo que le otorga al ser humano razón
y voluntad, porque es lo que en cierta forma lo hace ser a imagen y semejanza
de Dios. Es lo que le otorga la capacidad de pensar y razonar, y sobre todo ser
libre. Adicionalmente es lo que permite que el ser humano experimente emociones.
En el pensamiento semítico la experiencia que hace
constatar que el ser humano ha recibido algo de Dios y que no lo ha recibido el
resto de los animales y las otras criaturas, es que puede pensar, es libre y
experimenta emociones.
Lo expuesto es lo que conforma la complejidad
del ser humano en su totalidad y para los judíos ninguno de estos elementos
puede subsistir por sí solo, ni ninguno de ellos por si mismo constituyen el “yo”.
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