Hoy celebramos la fiesta de la Santísima
Trinidad y con ella la liturgia nos propone la oportunidad de reflexionar en la
realidad misma de Dios y como consecuencia en la realidad del ser humano que ha
sido creado a imagen y semejanza de Dios. A lo largo de la historia de la
Iglesia se han escrito incontables palabras acerca del misterio de la Santísima
Trinidad y desde la filosofía y la teología se nos han ofrecido explicaciones sobre
un misterio que por más razonamientos que surjan no va a dejar de ser eso, un
misterio. Pero lo que si tenemos claro es que Dios se ha manifestado en nuestra
historia de una forma tan específica, como que el Padre ha enviado a su Hijo al
mundo para reconciliarnos con Dios y el Hijo vive en nuestra temporalidad a través
del Espíritu del Amor entre el Padre y el Hijo. Tanto amó Dios al mundo que envió
a su Hijo y el Hijo nos dice que no nos va a dejar huérfanos y que nos va a
enviar su Espíritu.
En todo esto lo primero que podemos descubrir
es un amor inmensurable de parte de Dios, un amor infinito hacia el ser humano,
y descubrimos también, una relación tan profunda e íntima en el seno de la
Trinidad, que, nos pone a pensar en aquello de que nosotros somos creados a
imagen y semejanza de Dios. Esto es que somos creados para vivir en relación en
comunidad, en unión y diálogo continuo. Dios es amor, su manifestación es el
amor, y sus obras, la creación entera, nosotros mismos, son fruto del amor. La
Trinidad es un misterio, pero es que el amor es también un misterio. La
presencia de la Trinidad Amor en nuestras vidas, significa relación, comunión,
diálogo, entendimiento; y si esto se mantuviese ausente entonces, estaríamos borrando
en nuestra humanidad la huella de Dios que llevamos grabada en lo más profundo
de nuestro ser. Adorar a la Trinidad es hacer crecer en nosotros el germen de Dios
Amor que todos llevamos.
En nuestra sociedad, a menudo descubrimos grandes
aberraciones que hemos creado las personas para borrar la huella de Dios en
nosotros. Todo lo que se traduce en aislamiento, soledad, violencia,
prepotencia, cortar comunicaciones, reducir la relación familiar o de amistad,
control de vínculos relacionales, todo eso va en contra de Dios.
No entendemos o no entenderemos nunca el
misterio de la Trinidad, pero si entendemos para que hemos sido creados. Todo
lo que dificulta el crecimiento humano va contra Dios. Dios es amor, es relación,
es comunicación, no es aislamiento, ni egoísmo, ni violencia. Esta es la imagen
y semejanza de Dios, el ser creados para amar y ser amados.
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